Artista: António Carvalho Da Silva Porto
Fecha: 1877
Tamaño: 16 x 10 cm
Museo: Grão Vasco National Museum (Viseu, Portugal)
Técnica: Madera
Esta hermosa pintura es la más distintiva de los que pertenecen a la colección Silva Porto del museo. Hay varias razones para ello: se pintó en Italia al final del período que pasó estudiando en el extranjero en una beca estatal; registra un entorno urbano, que es una rara ocurrencia en la obra del pintor en su conjunto; sobre todo, muestra una opción compositiva con éxito en la grabación de un grupo de casas que ocupan casi todo el espacio del pequeño apoyo. Como tantos otros pintores, de varias nacionalidades, que desde mediados del siglo habían buscado inspiración para su pintura en la isla de Capri, Silva Porto era sensible a la belleza de la arquitectura de la isla, hecha de formas simples que tendían a ser geométricas en forma, ofreciendo sus reflejos brillantes a la luz. En este caso, elige un atrevido juego de colores, dando a los blancos una apariencia de nácar para crear una mayor armonía con las elevaciones de color rosa de las casas y los tonos marrones de las persianas y puertas. La pintura se convierte así en un parche de formas imprecisas con una paleta de colores altamente expresiva. La torre que se levanta en el fondo afirma la monumentalidad del lugar, que sin ella se disminuiría, ya que evoca un sentido de la historia y la presencia de lo sagrado. El detalle humano – la figura de una mujer vista desde atrás llevando una jarra de agua sobre su cabeza – anima el lugar con la sugerencia de su habitabilidad. Sin embargo, es la belleza de la arquitectura que domina la composición, resultando en parches de color que toman la forma de formas estrictamente definidas que encajan entre sí. La figura del cielo, haciendo eco de la claridad luminosa del Mediterráneo, enmarca exitosamente la pintura y refuerza su sentido de verticalidad, expandiéndose y, al mismo tiempo, circunscribiendo, su espacio respiratorio. Pocos años más tarde, el joven Henrique Pousão fue pintar motivos idénticos en la misma isla, con una notable libertad y calidad, que también nos ayudan a realizar el valor y la importancia de esta obra de Silva Porto. Ambos estaban entre los artistas portugueses más modernos de su época, liberándose de fórmulas naturalistas y, al igual que Cézanne, entendiendo las formas de colores no como parches difusos, sino como afirmaciones de volumen. Raquel Henriques da Silva
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