Artista: Pieter Bruegel The Elder
Fecha: 1562
Tamaño: 162 x 117 cm
Museo: Royal Museums of Fine Arts of Belgium (Brussels, Belgium)
Técnica: Roble
Bruegel pintó esta imagen cuando todavía vivía en Amberes y suministrando dibujos al grabador Hieronymus Cock. Volviendo su espalda a los modelos italianos de entonces dominantes, se sumerge en la antigua tradición del mundo de Hieronymus Bosch. Una mezcla aparentemente inextricable de personas y formas se ofrece a nuestra mirada desconcertada. A partir de profundidades distantes en un halo de luz, los monstruos son arrojados a la tierra como de una ola de ruptura. Los ángeles los combaten, dirigidos por San Miguel, delgados como un rastrillo en su armadura dorada, golpeando con su espada al dragón con las siete cabezas coronadas en las que tiene su pie. El combate del arcángel con los ángeles caídos se describe en el libro de Apocalipsis (12, 3-9) y fue frecuentemente ilustrado desde la Edad Media en adelante. En la representación de Bruegel, la violencia se expresa no en la naturaleza amarga de la batalla – de hecho San Miguel y sus escasas tropas no parecen particularmente amenazados por los demonios – sino por la intensidad de la caída – infernal e interminable – de esta multitud arrastrada y espantosa que invade toda la superficie de la imagen, en una unidad notable de acción que aumenta su impacto. Al pedir prestados elementos minuciosamente observados de la planta, los mundos animales, minerales y humanos y combinarlos para formar seres híbridos, deformados, Bruegel inventa criaturas que son las más repulsivas, pero también las más curiosas y fantásticas imaginables. Carcasas de mejillón injertadas sobre un camarón gigante, una cabeza humana con alas de mariposa adheridas a un cuerpo sin forma, hinchado, un gnomo hinchado que lleva un sundial y con un casco ciruela en su cabeza, pescado viscoso con brazos, escamas de lagarro, patas crustáceas... una lista aparentemente interminable. Dentro del mêlée, cada elemento se diferencia por el escrupuloso renderizado de las texturas. Con sus largas siluetas refinadas, los aliados de San Miguel, elegantemente vestidos de delicadas albjas de colores luminosos, están automáticamente al lado del Bien, en un estado de gracia que les permite dominar sin esfuerzo las hordas monstruosas, moviéndose en un cielo claro y azul que está en profundo contraste con la oscuridad reservada para los rebeldes. Bruegel se revela aquí para ser un colorista maravilloso, distribuyendo acentos de color rojo, verde, azul y blanco y alternando los marrón oscuro y los ocres beige más ligeros con brio. Texto: Véronique Bücken, Museo de Arte Antiguo. Una selección de obras, Bruselas, 2001, p. 88 © Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas
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