Artista: Maria De Lourdes Bettencourt De Castro
Fecha: 1965
Tamaño: 60 x 81 cm
Museo: Culturgest - Fundação Caixa Geral de Depósitos (Lisboa, Portugal)
Técnica: Plexiglas
LA COMPLEXIDAD DE UN BOXEntre 1962 y 1963, Lourdes Castro hizo un conjunto de cajas llenas de objetos ligados por familias, cubiertas por una capa de pintura de aluminio que les concedió una apariencia paradójicamente preciosa y slick. La palabra podría ser pop, porque la presencia de estas cajas está muy cerca de la atmósfera de montaje en algunas obras de Richard Hamilton, uno de los creadores del movimiento en Inglaterra. En París, donde Lourdes Castro vivió con René Bertholo, y donde ambos participaron en la pequeña comunidad (con João Vieira, Christo, Jan Voss, Costa Pinheiro y José Escada) que publicó la revista KWY, la helada del tiempo trajo los vientos del nouveau réalisme. Este movimiento, cuyos miembros incluyeron a Yves Klein, Pierre Restany, Raymond Hains y, más tarde, Christo (entre muchos otros), comenzó desde el principio de que la realidad podría ser apropiada en el mundo del arte – todo podría convertirse en una imagen artística, desde los carteles a medio desgarrado de las paredes a desechos diarios. Fue en este ambiente de democracia creativa, en un momento en que el arte corría el riesgo de perder su aura de lo excepcional para abrazar lo cotidiano, que Lourdes Castro hizo sus cajas. Su refinada sensibilidad, sin embargo, sería apropiado estas influencias de una manera sofisticada, concediéndoles un giro de significado proveniente de su sacralización: a partir de un proceso generalmente utilizado para reliquias o memorabilias religiosas (el oro o plateado), decidió planchar los objetos y las cajas con pintura de aluminio, que les concedió una calidad única y preciosa. Sin embargo, esa calidad única y auratica se logró a través de un proceso que removió su presencia manual, que se adaptó al arte, y luego les dio una apariencia impersonal e industrial. Es esta paradoja lo que los hace tan interesantes, porque establece un realismo del arte pop en el sentido de que la fascinación para el cotidiano adquiere un glamour impersonal, como sucede con la mayoría de las obras de los artistas que hicieron arte pop. Estas características (paradójicas y extrañamente coexistentes) se unen por una tercera: el tipo de objetos recogidos en cada una de estas cajas de pared – sí, son pinturas tridimensionales, que también les otorga una originalidad específica – se pueden reunir bajo la categoría de lo “doméstico”, perteneciente a diferentes momentos, o formas, de la vida doméstica y aquí colocado como si en una orden temporal, en tránsito. Por lo tanto, son obra de una artista desplazada, emigrada, pensando en su condición – y también en su condición femenina. En la simplicidad de juntar algunas cosas con otras, Lourdes Castro logra producir una enorme complejidad. Y ponernos, sin discursos morales, delante de él. Delfim Sardo
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